06 septiembre 2013

Crónicas de Valsorth - Turno 41

TURNO 41 – Uno de marzo del año 340, Eras-Har.
Por la mañana amanece un día nublado, aunque no amenaza nieve y los habitantes de Eras-Har emprenden sus quehaceres habituales.
Fian decide ir a la abadía a hablar con alguno de los religiosos sobre el culto al Rey Dios que descubrieron en las alcantarillas. Después de presentarse ante uno de los monjes, el Abad Auril acepta recibirle. El viejo clérigo escucha atentamente las explicaciones del paladín sobre los encapuchados que raptaban gente para sacrificarlos.
- Hace semanas que lo maligno subyace en esta ciudad –dice el Abad-. Lo veo en las calles, en la gente, en la podredumbre que se apodera de nuestra sociedad. El que un culto así creciese no era más que cuestión de tiempo.
El Abad agradece a Fian el que luchasen contra ese mal y consiguieran al menos evitar los sacrificios. Después, cuando el paladín se ofrece para curar a los heridos, le indica que se ponga en contacto con uno de los monjes de la sala de rezos.
Fian así lo hace, y pasa el resto de la jornada dedicado a curar mediante sus rezos a los heridos, que llegan a decenas después de producirse nuevos combates en las barricadas durante la noche. Mientras Fian cura las heridas de un soldado, el hombre, aturdido por la pérdida de sangre habla sin sentido.
- La niebla nos atacó... –balbucéa febrilmente-. La niebla se llevó a Joril entre gritos, y luego su sangre cayó como una lluvia sobre nosotros... ni siquiera pudo gritar.
Fian consigue curar al hombre, que queda dormido en un jergón sobre el suelo.
A cambio de su ayuda, el paladín pide al monje encargado información sobre adquirir algún objeto relacionado con Korth que pueda mejorar sus milagros.
- Oh, quizás te interese conseguir una Cruz Sagrada –le explica el monje-. Se trata de un símbolo de Korth que aumenta el terror que las criaturas de ultratumba sienten por nuestra luz. Sin embargo, elaborar una de estas cruces es muy costoso, ya que se necesita plata y largos rituales de rezos.

Mientras, a la elfa Mirul le indifiere totalmente si el sargento Dele’Or se apunta el tanto del rescate del joven Eban, así que el día libre lo aprovecha para investigar por ahí sobre los encapuchados y su relación con la ciudad. Evitando la zona norte, la mujer pasea por la ciudad y el mercado preguntando a la gente sobre el tema, y sobretodo sobre el acantarillado subterráneo (prueba de Recabar información, sacas un 6). Sin embargo, la gente se muestra esquiva y dicen no saber nada sobre encapuchados, raptos o criaturas que habiten en las alcantarillas.
Caída la tarde, Mirul dedica su tiempo a aprender nuevos conjuros, dedicando horas al estudio, de modo que aprende el arte de lanzar bolas de fuego y otro conjuro menor (gastas los 2 puntos de personaje y aprendes Bola de Fuego de magnitud 3 y queda por elegir entre Invocar monstruo 1 o Orden imperiosa).

Por otro lado, el bárbaro Olf se va por la mañana a la calle de las Vasijas, y camina entre los puestos del gremio de los herreros. Su intención es comprar una armadura que le proteja mejor en el combate. Como sólo es competente con armaduras ligeras y teniendo poco más de 100 monedas de plata, debe conformarse con una armadura de cuero tachonado. Olf paga el dinero al herrero y regresa hacia el centro de la ciudad.
Ya caída la noche, vuelve al salón del Picho y la Jarra, a tomar una cerveza y ver si descubre algo sobre el alcantarillado. Escuchando a un viejo borracho, el bárbaro se entera de que las alcantarillas de la ciudad son una red de túneles angostos, que vierten las aguas sucias a la corriente del río Durn.
Después, Olf se enzarza en un juego de dados con dos mercenarios llegados del sur, dos hombres de tez negra y gestos hoscos. Durante una hora juegan al famoso juego de las 5 estrellas, pero Olf acaba perdiendo su dinero. 

Tras este desastre, Olf regresa a la barra, donde ya bastante borracho flirtea con una mujer de los yelmos negros que bebe taciturna y sin hablar con nadie. La mujer ignora al bárbaro y sigue bebiendo de su odre de vino, hasta que Olf se cansa, mira hastiado alrededor y decide volver tambaleándose hacia el fuerte de la milicia.

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