07 agosto 2013

Crónicas de Valsorth - Turno 40



TURNO 40 – Treinta de febrero del año 340, Eras-Har.
En plena noche, entre las ruinas del viejo almacén, el grupo de aventureros debate sobre qué hacer a continuación. Por un lado está la opción de adentrarse en el subterráneo y ver qué se oculta bajo tierra, y si es cierta la historia del encapuchado de que allí se esconde la guarida de los raptores. Por otro, había la posibilidad de volver a los puentes, ponerse en contacto con el sargento Dele’Or y volver con fuerza suficiente para enfrentarse a cualquier enemigo.
Al final, decidieron que Orun, utilizando su habilidad para el sigilo y el disfraz de la túnica negra, se infiltrase en el subterráneo y comprobase si en verdad era la guarida de los secuestradores. Así, el salvaje desciende las escaleras de piedra y se pierde en la oscuridad.
Durante largos minutos, el grupo espera fuera, hasta que por fin regresa Orun.
- Algo terrible está pasando ahí abajo –les explica-. Se trata de los pasadizos de las alcantarillas, pero alguien las ha adaptado para formar un lugar siniestro. He encontrado una trampa, y más allá vi a un numeroso grupo de encapuchados que llevaba a tres prisioneros hacia una gran sala. Entre ellos había un joven rubio, que creo es el noble Eban. Creo que van a sacrificarlos.
Sin tiempo que perder, el grupo envía al soldado Dhao a alertar al resto de soldados, mientras ellos se adentran en el subterráneo. Abajo, se encuentran con unas galerías de piedra mohosa, iluminadas por antorchas de luz tenue. Tras recorrer los pasadizos, llegan a la sala principal, una estancia donde una quincena de encapuchados reza de forma monótona mientras una encapuchada con voz de mujer dirige la ceremonia, en un altar sobre el que se abre un pozo oscuro. A los pies de la escalera, tres prisioneros aguardan con las manos atadas a la espalda. Se trata de una chica, un viejo, y un joven que parece ser Eban.
- Oh, señor de la sombra –clama la mujer-. Acepta este sacrificio como muestra de nuestra devoción por ti.
A continuación, la encapuchada agarra a la chica y se acerca al pozo.
Antes de que pueda completar el ritual, el grupo actúa. Miriel convoca su poder mágico, lanzando un conjuro de estallar que impacta de pleno en la encapuchada. La mujer se tambalea por el impacto, a punto de caer al pozo, mientras que la sangre fluye por su cuello.
Ante el ataque, el caos se desata en la sala. Los encapuchados se lanzan sobre los intrusos. Fian y Orun cubren el pasillo, resistiendo los ataques de los hombres de negro, que blanden mazas y recitan conjuros para controlarles. Mientras, Miriel lanza una serie de proyectiles mágicos, que alcanzan a la mujer del altar, lanzándola al pozo.
Al momento, un rugido se oye desde el foso, seguido del crujido de los huesos al ser masticados.
Superados en número, el grupo se bate en retirada, logrando rescatar al noble Eban y llevándolo con ellos. Los monjes oscuros tratan de sojuzgar sus mentes con milagros, pero Mirul convoca un Círculo de Protección para evitarlo. A su vez, Olf libera al joven Eban, y le entrega un hacha, pero el noble aprovecha la primera oportunidad para huir del subterráneo. Tras eliminar a varios enemigos, el grupo se bate en retirada, alcanzando la superficie. Allí se encuentran con el sargento Dele’Or y el resto de soldados, que han acudido ante el aviso de Dhao.
Una vez informan al sargento de lo sucedido, dos decenas de soldados registran los subterráneos, encontrando muestras del horror que allí se había producido, con celdas donde se acumulaban los restos humanos. Sin embargo, no había rastro de los encapuchados. Al final, encontraron un acceso a las alcantarillas, por donde suponen han huido los adoradores oscuros. Tampoco había rastro de la criatura que habitaba el foso. Al parecer, la habían convocado con el ritual, y debía haber dejado este plano al acabarse su tiempo. Poco de valor queda aquí, más que unas pocas monedas que encuentran en las habitaciones de los monjes (ganáis 5 mp).
Dele’Or, complacido por haber rescatado al joven noble, da la orden de regresar al fuerte de la milicia. En el camino, felicita a los aventureros por su valentía, y les explica que él mismo informará al capitán sobre la misión. Como premio por su trabajo, el sargento les dice que se tomen el día libre mañana.
- Os lo habéis ganado –les dice, mientras acompaña al noble Eban escaleras arriba hacia el despacho del capitán.
Con la sensación de que el sargento se apuntará toda la gloria, el grupo se retira al dormitorio común, donde se acuestan cuando quedan pocas horas para el amanecer.

1 comentario:

Diego dijo...

A todo cerdo le llega su San Martín jijiji