04 marzo 2013

Crónicas de Valsorth - Turno 31

TURNO 31 – Doce de febrero del año 340, montañas Kehalas.

Durante la fría noche, durmiendo en las cuadras de Fuerte Terain, cada uno de los aventureros tiene su propio sueño.

Miriel sueña que sobrevuela Valsorth a gran velocidad. Los campos de cultivo se ven como pequeñas manchas de colores tostados, rodeados por el blanco de las nieves. El viento helado le corta la cara, pero no le molesta. Un calor emana del cuerpo en el que va sentada, un calor extraño y metálico, que atraviesa las duras escamas que acaricia con los muslos. La elfa se siente protegida y cómoda, aquí en las alturas y con el único sonido del viento y el batido de sus enormes alas. Pero lo que ve abajo ya no es Valsorth, le lleva lejos, sobre el océano... va camino a casa y extrañamente eso no le hace sentir bien. Empieza a sentir miedo por primera vez en muchos años. A los lejos ve unas islas, sus queridas islas, mi Doruor. Pero no son las mismas islas que dejó al partir. ¿Dónde están los puentes, los embarderos y los pueblos? Ya se acercan. Columnas de humo, palacios destruidos, barcos hundidos. ¿Y mi gente? Se pregunta angustiada. ¡No hay nadie! ¡Bájame! ¡Bájame! Grita. Pronto corre por lo que fueron sus calles, buscando a sus vecinos, a su gente... pero no queda nadie, no queda nada. Sólo cenizas y escombros. Los gritos de la elfa no despiertan a nadie, sus pasos no me llevan a nada. ¿Quién ha hecho esto, quién? ¿Por qué? ¿Dónde estaba yo? No para de preguntarse. Vuelve la mirada atrás y mira al dragón que le ha traído aquí, un terrible ejemplar de escamas rojas. Un escalofrío recorre su espalda al mirar esos ojos ambibarinos de siglos de experiencia. El dragón sabe más que ella... le ha traído y él la llevará a la venganza que necesita.

Fian despierta en la noche con un grito ahogado en los labios. Sus compañeros duermen, todos menos Mirul, que ha desaparecido. La elfa debería estar en el establo con los demás pero no puede encontrarla. De repente el paladín oye unos gritos lejanos, casi imperceptibles, pero sin duda se trata de la voz de la elfa. Rápidamente sale de los establos con el tiempo suficiente para acordarse de coger la maza. Los gritos ahora son más claros, procedentes de la armería, iluminada en una noche cerrada. Cuando llega, Fian entra haciendo astillas la puerta y se encuentra con un elfo oscuro torturando a Mirul. Sé quién es. No necesita verle la cara, sin embargo el elfo se gira sonriente y con una voz cruel y susurrante dice:
- ¿Crees que esta vez has llegado a tiempo de salvar a tus seres queridos? ¡Iluso!
Zarashin se lanza a por el paladín, torpemente, y sorprendentemente se desploma al recibir un mazazo en su oscuro torso. Tras librarse de él, Fian corre a la silla en la que se encuentra Mirul, sólo para darse cuenta de que no se trata de la elfa sino de su madre, que le mira con ojos inexpresivos, vacíos, que se abrazan a la muerte como ya hicieran tiempo atrás.
Fian exhala un grito desgarrado, mirando al cielo, a Korth, preguntándose si merece la fe que le profesa. Finalmente, exhausto, se acerca al cuerpo inerte del elfo oscuro, bocabajo, para darle la vuelta, dispuesto a arrancarle los ojos. Cuando lo hace me quedo sin aliento, incapaz de emitir ningún sonido al comprobar que la cara del elfo es la suya propia.

Olf tiene un sueño, uno que le es conocido, pues se repite muchas veces.
Es una tarde como cualquier otra, el joven Olf acompa a un grupo de su clan en busca de caza. Sin embargo, la ausencia de presa es total. Extrañados y habiendo perdido la esperanza por encontrar carne de caza, deciden volver al poblado. Sin embargo, en la quietud del crepúsculo escuchan un vocerío. Al acercarse a su posición, ven un campamento enemigo. Lo observan un rato, y, cuando pretenden regresar a dar la noticia al poblado de la presencia orka, decenas de orcos salen de la maleza y se lanzan en emboscada. En el fragor del combate, y ante la superioridad de los orkos en número y en equipamiento de guerra, Olf logra escapar y dar la voz de alarma en el poblado. Sin embargo, cuando regresa tiempo después al lugar de la batalla, acompañado de los más destacados guerreros bárbaros, ya poco queda más que cadáveres de orkos y bárbaros mutilados. Olf se siente frustrado por no haber podido hacer nada por los suyos y se lamenta por no haberse despedido de ellos. Siente que la venganza hará honor a sus vidas.


Con la llegada de la mañana, la luz del día borra el recuerdo de los sueños vividos, y los tres aventureros se despiertan. Ninguno de ellos habla, pero todos sienten que han compartido un extraño vínculo durante la noche, pues tienen leves recuerdos de lo que han soñado sus compañeros.
Pero antes de que puedan intercambiar impresiones, varios gritos les alertan. Con rapidez, recogen su equipo y salen al patio para encontrarse al sargento Gornall dando órdenes y numerosos caballeros corriendo de un lado a otro. Al acercarse a él, el musculoso caballero les responde tajante:
- ¡El padre Juvit ha desaparecido durante la noche, junto con dos de mis hombres! –explica el caballero, refiriéndose al clérigo Juvit, el veterano religioso que dirige los rituales en la fortaleza desde hace más de veinte años-. No hay rastro de ellos en la fortaleza y no han podido salir sin ser vistos.

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