15 enero 2013

Crónicas de Valsorth - Turno 27

TURNO 27 – Ocho de febrero del año 340, montañas Kehalas.


Durante el lento avance de la caravana por las montañas hacia el norte, abriéndose paso por un mar de nieve que lo cubre todo. Durante la noche, Fian aprovechó el poco descanso que tuvieron para curar la herida que Mirul tenía en la espalda, recuerdo del ataque de uno de esos horribles necrófagos.
Durante la larga marcha, la caravana se abre paso por los nevados caminos, sin encontrarse con ni un solo ser vivo en su avance. Al realizar una pausa para dar descanso a los bueyes, Fian se acercan al noble Irio, que se ha mostrado extrañamente callado durante toda la mañana. El paladín se planta ante Ilio y le exige explicaciones, que cuente la verdad.
“Vosotros no entendéis nada” musita el joven señor, visiblemente compungido y haciendo un esfuerzo para no romper a llorar. Sin embargo, se niega a decir nada más.
Por su parte, Mirul se acerca al carromato principal de la caravana, donde usa sus conocimientos mágicos para descubrir que un sello arcano protege el vehículo. La maga elfa descubre que la puerta, además de la cerradura mecánica, está protegida por un conjuro de cerradura arcana, y que sólo puede abrirse mediante una palabra de mando.
Mientras, Olf charla con los criados del noble, a los que felicita por su valor durante la lucha contra los necrófagos. El bárbaro palmea el hombro de uno de los guardias, cuando ve al paladín hablando con Ilio. Con paso decidido, se acerca, agarra al noble del cuello y lo estampa contra el lateral del carro.
“¡Maldito cobarde!” les espeta al rostro “Esos necrófagos no buscaban nuestra carne, esta es solo uno de los muchos tropiezos que tendremos si sigues con la boca cerrada”.
Al ver a su señor en peligro, los guardias responden sacando sus espadas y rodeando al grupo.
“Debemos seguir” solloza Irio “No podemos quedarnos aquí. Os lo explicaré todo en cuanto alcancemos la abadía. Tenemos que seguir antes de que vuelva a caer la noche”.
Olf mira con desprecio al joven señor, y con un violento gesto, le arranca el colgante de la que pende la llave y se la entrega a Mirul, a la vez que le dice a Ilio “Tu vida ahora depende de nosotros, así como tus pertenencias”.
El grupo de guardias avanza amenazador, mientras Irio solloza pidiendo calma “Debemos seguir hasta la iglesia. Allí podremos acabar con todo esto”.

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