02 enero 2013

Crónicas de Valsorth - Turno 26

TURNO 26 – Seis de febrero del año 340, montañas Kehalas.


Tras una semana de marcha por las montañas Kehalas, al mediodía del septimo día de viaje, el grupo corona una elevación y desde allí contempla su destino; Un antiguo castillo de piedra se alza entre las montañas cubiertas de nieve, una pequeña fortaleza, con un muro de diez metros de alto que une cuatro torres de vigilancia. La entrada es un puente levadizo que sirve para superar un foso. En el centro de la fortaleza se encuentra el torreón principal, sobre cuya cúspide ondea bajo el azote del viento el estandarte de Stumlad; dos torres sobre un sol dorado de fondo.
En ese momento, una caravana se acerca hacia las puertas del fuerte. Se trata de tres carros de transporte de mercancías, tirados por bueyes, y que cruzan lentamente el paso levadizo para desaparecer en el interior.

Cansados de tantos días a la intemperie, el grupo de aventureros se acerca a la entrada, donde son recibidos por tres caballeros de Stumlad, guerreros vestidos en armadura completa y yelmos redondeados. Al interpelarles sobre sus intenciones, el paladín Fian se adelanta y explica su historia, la caída del pueblo de Rocavalle y el peligro que ha hecho huir a los hombres. Al oír sus palabras, el caballero les lleva ante su capitán, y atraviesan el patio hacia el torreón principal. Los aventureros cruzan el patio de armas, donde una veintena de caballeros practican al esgrima y el tiro con arco. Mirul se siente observada, pues muchos hombres se vuelven para mirarla de manera evidente. Mientras se dirigen al torreón, el bárbaro Olf finge distraerse y se va a examinar los carros, donde comprueba que están descargando víveres hacia el almacén. El propietario es un joven noble llamado Irio De Mornal, al que acompañan seis guardias de la ciudad de Eras-Har, y que se dirigen al norte en un encargo de su familia.

Mientras, en el torreón, el capitán Dobann les recibe a Fian, Mirul y Orn en la Sala del Deber, en la segunda planta. Se trata de un joven caballero, de rostro lampiño, cabello corto y rubio, que viste la armadura completa y lleva sobre los hombros la capa roja que le identifica como capitán. El hombre se muestra muy preocupado ante las noticias que traen los aventureros, y les explica que ellos mismos están teniendo muchos problemas para mantener a raya los ataques de orkos. A su vez, les invita a que descansen en el fuerte antes de seguir su viaje.

Tras esta reunión, los PJs se acomodan en las vacías cuadras de la fortaleza. Al acabar, uno de los caballeros les viene a buscar, pues Dobann quiere volver a hablar con ellos. El capitán y el joven noble se reúnen con los aventureros, y el capitán les explica que el señor De Mornal necesita ayuda para seguir hacia el norte. Irio es hijo de una rica familia de Eras-Har. El joven les explica que deben custodiar el cargamento hasta un mausoleo que hay en las montañas, al norte del fuerte. Por el trabajo, cada uno recibirá 15 mp por día. El objetivo es llevar un objeto sagrado a un antiguo mausoleo de su familia, pues está fue la última voluntad de su padre, recientemente fallecido.
Fian advierte que el joven está mintiendo, aunque no tiene ninguna prueba, pero tiene claro que no les está explicando la verdad. Aún así, el grupo decide aceptar, pues pueden ganar casi cien reales de plata con esta empresa. Irio les agradece su ayuda y les informa que saldrán al amanecer.
Al salir del torreón, Mirul acepta el reto de uno de los caballeros, que se burla de su capacidad con el arco. La elfa acierta una primera diana que deja boquiabiertos a los soldados, pero su rival acaba imponiéndose y la muchacha pierde su arco, entre las bromas de los caballeros. A su vez, el sargento Gornall, hombre corpulento y fuerte como un toro, de cabeza afeitada y con una cicatriz cruzándole el ojo izquierdo, obedece el encargo del capitán y les lleva a la armería. El sargento se muestra hosco y sarcástico, con evidente desprecio sobre el que él llama “nuestro glorioso capitán”.

Al amanecer, la caravana se pone en camino. Los tres carros avanzan durante una gris jornada, en que Olf evita que pasen por varias sendas anegadas en nieve. Durante el viaje, Mirul y Fian, que comparten carruaje con el noble Irio, le preguntan sobre la misión, aunque el joven no explica nada más. La elfa descubre que el joven se toca un colgante que lleva del cuello, que resulta ser una llave, y que la maga descubre como mágica. Tras una jornada sin incidentes, el grupo se detiene a acampar y a pasar la noche.

En lo más profundo de la noche, un templor alerta a Mirul, que estaba de guardia junto a Fian y dos de los criados del noble. La elfa descubre que la nieve parece moverse en varios puntos a su alrededor. Sabiendo que están en peligro, alerta a los demás, en el momento en que seis criaturas surgen de la nieve excavando con sus manos garrudas y putrefactas. La maga los reconoce como necrófagos, Inteligentes y malignos muertos vivientes devoradores de carne, que se dice que es la maldición para aquellos que se dedicaron a devorar a los de su propia especie.
Los muertos vivientes atacan, pero el grupo se reúne alrededor de los carros y rechazan el ataque, despedazando a esos cuerpos putrefactos. Sin embargo, los necrófagos saltan sobre las defensas y se lanzan entre chillidos hacia el carro principal, en el que va la reliquia. Cuando uno está a punto de alcanzarlo, Mirul se vuelve y desata uno de sus conjuros, que hace explotar la cabeza del muerto, que revienta en una salpicadura verdosa.

Una vez concluida la lucha, los hombres apartan los cadáveres y acaban de pasar la noche sin mayores incidentes. A la mañana, la caravana se pone de nuevo en marcha.

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